En las cavernas investigadores hallan verdaderos tesoros.
- UNIMEDIOS - Universidad Nacional.
- 20 nov 2008
- 2 Min. de lectura

Revista MATICES. Historias detrás de la investigación. Numero 3.
Si en Colombia ya se puede hablar de un inventario de cuevas y cavernas con tan solo 80 millones de años de edad cretácica, que las cementeras ¡explotando explotando!, han ido acabando; de seres “terroríficos”, como murciélagos, que se refugian allí luego de esparcir a barrisco su guano sobre bosques dando vida a nuevas semillas, y de cómo la extravagante transformación de estos ecosistemas en sitios de rumba o “cuevotecas” está exiliando a los guácharos, los escorpiones y las arañas, entre otros animales convivientes en estos lugares míticos, es porque alguien en el país le está “parando bolas” al asunto.
Por suerte para estos ecosistemas subterráneos olvidados, que pueden ser más de mil en el subsuelo criollo, su conservación está “repiqueteando” como tema de la agenda pública ambiental, gracias al “empujoncito” que le están dando geólogos, biólogos, médicos, topógrafos y antropólogos, entre otros profesionales reunidos en Espeleocol (Asociación Espeleológica Colombiana), con el apoyo del grupo de investigación “Geomorfología y procesos fluviales, Línea espeleología”, del Departamento de Geociencias, y la línea de Bioespeleología del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia.
Los investigadores han explorado estos laberintos oscuros para comprobar con sus propios ojos que en las entrañas de la Tierra hay paisajes sorprendentes, y aunque parecen salidos de la literatura fantástica, no son ciencia ficción.
No lo hacen por hobby o por practicar un deporte extremo –como está de moda–. A pesar de los incrédulos, este grupo ha demostrado que en las cuevas y cavernas también se puede hacer ciencia. Por eso, si en copiosas ocasiones se han zambullido hasta la cintura en huecos oscuros durante más de diez horas, han respirado entre el guano de los guácharos y murciélagos y se han deslizado por pasajes estrechos y abismos peligrosos, ha sido con un solo fin: estudiar la naturaleza, el origen y la formación de las cavernas, así como la fauna que en ellas habita.
Desde 1998, han visitado más de 100 cuevas en las regiones de Antioquia (en el sector de la Cuenca del río Claro) y en los departamentos de Boyacá, Santander, Tolima, Huila y Cundinamarca. Desde el punto de vista geológico, han descubierto y estudiado estas formaciones calcáreas como recurso ambiental y reservorios de agua para consumo de las comunidades; desde el biótico, han caracterizado y clasificado su fauna, y desde el personal, han pescado histoplasmosis, han ganado el rechazo de algunas comunidades indígenas que los consideran “demonios” y una que otra encañonada con escopeta por parte de supuestos “dueños” de algunas cavernas.
En este número de Matices, historias detrás de la investigación, estudiantes y profesores de la UN que han asumido el reto de hacer espeleología, es decir, estudiar las cuevas y cavernas en Colombia.
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